sábado, 18 de abril de 2009

La política: entre la espada y la pared

Se fue un 2008 convulsionado y en este 2009 nos encontramos envueltos en la misma maraña discursiva con las elecciones legislativas a la vuelta de la esquina. El año pasado reaparecieron dos palabras en el lenguaje político y mediático que parecía que los argentinos habían ya olvidado: crisis y conflicto. La noción “Crisis” con el descalabro financiero en el mundo ya ha sido tratada en un artículo anterior (ver “La crisis guionada”). Ahora es tiempo de reflexionar acerca de la palabra conflicto.
La convulsión política que generó el conflicto entre el sector agropecuario y el Gobierno Nacional permite pensar una vez más una pregunta compleja, ambigua y peligrosa: ¿Hasta qué punto la política tiene hoy libertad de acción? Es decir, libertad de acción respecto a otra fuerza de lo social como es el sector económico. ¿Es necesaria esta libertad o es peligrosa esta libertad? ¿Acaso no se ha sufrido demasiado ya por la “sobrelibertad” de la clase política, en términos de corrupción y robo al Estado?
Hay que insistir: es una pregunta compleja, ambigua y peligrosa. Lo que sí existe y realmente ha sido un éxito es el discurso instalado de las empresas de comunicación englobadas en el “que se vayan todos”. Es decir, instalar esta idea de “desconfianza absoluta” respecto de los políticos desde todo el arco ideológico: desde Mariano Grondona a los “progres” de CQC. Siempre los que están envueltos en “chanchuyos” son los políticos, los dirigentes, los funcionarios. Nunca los empresarios. Es decir, el sector público es corrupto por naturaleza. El sector privado es corrupto a veces pero por irracionalidad de ciertos personajes. Es decir, para los medios, el sector público es estructuralmente corrupto. En cambio, el sector privado no lo es.
Esta desconfianza extendida en la política y en el sector público, resumida en el “que se vayan todos”, es sin dudas nefasta. Impide una construcción estable, consistente y democrática del Estado en América Latina. Pero tal vez esa sea la suerte que nos toque en estas latitudes: es decir, democracias débiles para negocios transnacionales exitosos. En este marco, juegan las empresas de comunicación como representantes del sector privado y como defensores, no de la “verdad”, sino de sus auspiciantes. En su mayoría, auspiciantes trasnacionales. Incluso agentes extranjeros son accionistas en empresas de comunicación.
Entonces se genera una “doble dependencia”, como dice el autor Patrick Champagne. Por un lado, el periodista ha adquirido una gran autonomía respecto de los políticos que se vislumbra en cierta actitud prepotente de ciertos personajes de los medios (por ejemplo, los movileros de CQC). Pero por otro lado, el campo periodístico depende del campo económico, que le “paga los sueldos” a los periodistas. Entonces, el sector periodístico domina al sector político a la vez que el sector económico domina al sector periodístico. Ergo: el sector económico domina la política.
Para subvertir este esquema que tiende a reproducir la hegemonía de los grupos económicos (transnacionales o no) en América Latina, habrá que creerle más al político. Más al político y menos al privado que “dibuja” libros contables. Más al político y menos al privado que realiza elusión y evasión impositiva. Más al político y menos al privado que vende facturas truchas. Pero también estar atento a sus cómplices interrelaciones.
En estos momentos, la recuperación de la política en América Latina implica una feroz lucha con los grupos económicos. Pero justamente de eso se trata la política: se trata de conflicto. Aunque el positivismo y el sentido común quieran maquillarla con discursos de equilibrio, moderación y sensatez -el justo medio como diría Aristóteles-, la política es y será conflicto.

lunes, 24 de noviembre de 2008

La crisis guionada


¿Por qué es crisis el descalabro en las cuentas de los bancos metropolitanos y no es crisis la muerte por desnutrición infantil en África? ¿Por qué es crisis la caída de los mercados bursátiles de todo el mundo y no la crítica situación de salud de poblaciones afectadas por la polución ambiental de las corporaciones? ¿Por qué las hipotecas mal administradas significa “crisis” y no las condiciones indignas de vivienda que padece gran parte de la población mundial? ¿Quién define qué es crisis y por qué? Esa es la gran pregunta de este artículo.
En primer lugar, la política no debe ser entendida como un hecho. Los positivistas enfatizaron y enfatizan la idea de que el escenario político está compuesto por “acontecimientos reales” y que los ciudadanos reaccionan ante ellos con decisiones racionales en las distintas instancias del sistema democrático. Sin embargo, hoy la política, atravesada por el lenguaje y el dispositivo mediático, no es un hecho, sino un texto. A eso hace referencia Murray Edelman en su célebre libro: “La construcción del espectáculo político”.
Si la política no es un hecho, no tiene un significado estable y determinado dado por la “realidad”. Si la política es un texto (como lo es), su significado se construye. Se construyen problemas sociales, líderes políticos y enemigos políticos con una cierta interpretación otorgada por los sectores dominantes para mantener el statu quo (la estructura social) en el marco de una dominación simbólica.
Es así como hay que entender la palabra “crisis” que aparece en los medios masivos de comunicación y en el espacio de la política: como una construcción de un problema social para promover una cierta ideología (por supuesto, la ideología dominante).
¿Qué implica decir “crisis financiera”?. Se convierte un acontecimiento en una “crisis”. Decir crisis en el lenguaje político busca generar consenso para posteriores privaciones. Es decir, las crisis generalmente racionalizan políticas especialmente perjudiciales para quienes ya se encuentran en desventaja. Dice Edelman: “Las guerras, las recesiones, las depresiones, los temblores de tierra severos y los aumentos abruptos de los precios imponen cargas especialmente pesadas sobre los pobres y los débiles mientras también justifican el acrecentamiento del poder de los regímenes”. Sólo cabe pensar en ejemplos muy actuales: General Motors había decidido despedir por las crisis a 400 operarios de su planta en Rosario. Finalmente, por un acuerdo con el Gobierno no lo hizo. Pero, ¿hay recortes en el nivel gerencial o de directorio que, en una estructura multinacional de estas características, concentran los sueldos más elevados? No. Por supuesto, siempre los que sufren las crisis son los débiles.
Por ello, es una crisis “guionada”. Escrita en un papel por un guionista y entregada a ciertos actores del espacio de lo público que siguen “al pie de la letra” el texto. Dice Edelman: “Una crisis, como todo desarrollo de la actualidad, es una creación del lenguaje utilizado para describirla; la aparición de una crisis es un acto político, no el reconocimiento de un hecho o una situación raros”.
Al escenario actual hay que entenderlo de esta manera. La idea de “crisis financiera” se debe comprender como una creación del lenguaje; como una construcción discursiva tendiente a generar consenso en la generación de privaciones en los sectores subalternos y a seguir manteniendo la estructura social de dominación.
Incluso estas noticias sobre la crisis están muy alejadas de la vida cotidiana. Y esa es su intención. Nos sentimos preocupados por algo que ni siquiera nos toca de cerca. Dice Edelman: “Escuchar o leer las noticias es vivir intermitentemente en un mundo con el que no se tiene contacto en la vida cotidiana; cuando no se las lee la diferencia no es considerable, con la importante salvedad de que entonces la mente no se centra en las realidades que las noticias construyen”. Lejos está la crisis financiera de la vida de las personas. No obstante, pauta los ritmos de humor y de comportamiento de las personas. Una paradoja que sigue sojuzgando a los más débiles en una estructura político-mediática tendiente a reproducir la hegemonía.

sábado, 18 de octubre de 2008

el brujo y el sacerdote


Dejo aquí una frase célebre de Weber que me parece excepcional en la que intenta explicar lo que distingue al brujo del sacerdote:

"si el ritual no tiene éxito, la culpa recae sobre el brujo, mientras que, en el caso del sacerdote, ella recae sobre los fieles"

sábado, 11 de octubre de 2008

puro Presente

“Sí el presente, el presente y nada más” rezaba aquella canción que perteneció a la banda sonora de la película Tango Feroz. El presente es lo único que importa. El pasado y el futuro deben dejarse de lado para disfrutar “el momento”. Esto es, salvando distancias, lo que generan los medios de comunicación masiva: un permanente culto al presente.
Jesús Martín Barbero llamó la atención sobre este fenómeno en su artículo “Globalización comunicacional y descentramiento cultural”. Los medios, particularmente la televisión, son para este autor grandes productores de “presente” que generan severas alteraciones en el tiempo de lo nacional. Son generadores de “presente”, relegando las huellas del pasado y los proyectos del futuro. Entronizan ese tiempo actual e instantáneo en la escena discursiva para generar un continuo presente que les permite mantener su hegemonía.
Según Barbero, la percepción del tiempo de lo nacional (y podemos agregar de los pueblos y de las sociedades humanas) se ve perturbada “por las radicales experiencias de fragmentación que introducen la simultaneidad de lo actual y la instantánea”.
En una oración potente, Barbero resume la problemática: “Habitamos una contemporaneidad que confunde los tiempos y los aplasta sobre la simultaneidad de lo actual, sobre el culto al presente que alimentan en su conjunto los medios y en especial la televisión”. En 6 palabras dice mucho: “confunde los tiempos y los aplasta”. Aplasta las experiencias del pasado compartidas, la memoria de un pueblo; pero también los proyectos del futuro, las aspiraciones de un pueblo. Sin experiencias pasadas compartidas ni proyectos del futuro, un pueblo es incapaz de liberarse. La mejor forma de sujetarlo es seguir construyendo este presente ad infinitum.
Los medios fabrican presente. De eso viven y con eso facturan. Pero es un presente siniestro. “Un presente concebido bajo la forma de golpes sucesivos sin relación histórica entre ellos. Un presente autista, que cree poder bastarse a sí mismo”.
Los temas de agenda se alternan en este presente continuo, en esta contemporaneidad de los tiempos: accidentes de tránsito, campo-gobierno, ruta de la efedrina, etcétera. Siempre se miran desde lo instantáneo, del “vivo”, del “aquí y ahora”. Y elimina las formas del pasado y del futuro.
En cuanto al pasado, Barbero dice: “La contemporaneidad de los tiempos remite al debilitamiento del pasado que entraña un reencuentro descontextualizado, deshistorizado, reducido a cita (…) imitación de una mueca, discurso que habla en una lengua muerta (…) la rapiña aleatoria de todos los estilos del pasado en la progresiva primacía de lo neo, en la colonización del presente por las modas de las nostalgias”.
En cuanto al futuro, agrega: “hay proyecciones pero no proyectos. El futuro se restringe a un “más allá”: el mesianismo es la otra cara del ensimismamiento”. Los medios como dispositivos de la hegemonía buscan eso, es decir, construir presente, eliminar pasado y futuro, para que los sectores subalternos no puedan, o tengas muchas dificultades, para responder a su memoria colectiva o para elaborar proyectos futuros alternativos.
Para Barbero, el elemento paradigmático de este fenómeno lo constituye el videoclip musical o publicitario. Es el ícono de este fenómeno que tiende a destruir el tiempo extensivo de la historia en pos de posicionar un tiempo intensivo de la instantánea. La sintaxis del videoclip es la de la discontinuidad y su estructura narrativa se compone de “micro-relatos visualmente fragmentados al infinito”. “De una punta a la otra del espectro televisivo la cultura de la fragmentación impone la disolución de los géneros y la exaltación expresiva de lo efímero”.
En este presente fabricado nos levantamos cada mañana, vivimos, trabajamos, estudiamos, pensamos, opinamos, nos relacionamos. Un presente autista, creado por “otros”. De nosotros depende salir de ese autismo.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

Vuelvo a Epicuro

Regreso a nociones de Epicuro; debo reconocer, uno de mis filósofos favoritos. Pero lo recupero desde Espejos, el nuevo libro de Galeano que recomiendo...

Dice:

En su jardin de Atenas, Epicuro hablaba contra los miedos. Contra el miedo a los dioses, a la muerte, al dolor y al fracaso.
Es pura vanidad, decía, creer que los dioses se ocupan de nosotros. Desde su inmortalidad, desde su perfección, ellos no nos otorgan premios ni castigos. Los dioses no son temibles porque nosotros, efímeros, mal hechos, no merecemos nada más que su indeferencia. NOTA del Pulidor: ver la cercanía entre Epicuro y Spinoza (Dios como totalidad).
Tampoco la muerte es temible, decía. Mientras nosotros somos, ella no es; y cuando ella es, nosotros dejamos de ser.
¿Miedo al dolor? Es el miedo al dolor el que más duele, pero nada hay más placentero que el placer cuando el dolor se va.
¿Y el miedo al fracaso? ¿qué fracaso? Nada es suficiente para quien lo suficiente es poco, pero ¿qué gloria podría compararse al goce de charlar con los amigos en una tarde de sol? ¿qué poder puede tener tanto como la necesidad que nos empuja a amar, a comer, a beber?
Hagamos dichosa, proponía Epicuro, la inevitable mortalidad de la vida.

De eso creo que se trata gente: "de hacer dichosa la inevitable mortalidad de la vida".

domingo, 27 de julio de 2008

Las posiciones discursivas

En el capítulo IV de su Retórica, Aristóteles definía a discurso como “el resultado de la acción de un individuo que habla, un individuo a quien se le habla y aquello de lo que se está hablando”. Es decir, Aristóteles postulaba las tres posiciones discursivas: destinador, destinatario y referente.
Mucho tiempo después, muchos siglos después, Jesús Martín Barbero irrumpió en el mundo de la comunicación con una propuesta teórica que vino a darle un nuevo aire a la investigación mass mediática. A grandes rasgos, Barbero desarrolla su núcleo fuerte de teoría durante la década del ‘80 y tiene un texto clave: De los medios a las mediaciones (1987).
Ésta es una obra bisagra en la perspectiva de Barbero porque cambia el enfoque de su indagación en la comunicación de masas. Pasa a mirar el proceso de la comunicación llamado habitualmente como recepción, conformado por las resistencias y las variadas formas de apropiación de los contenidos de los medios. La comunicación se hace así cuestión de cultura, que exige revisar toda la vorágine de los mass media con el objetivo de “leer adecuadamente- y de manera crítica- las imágenes que se imponen sobre el texto o lo acompañan”.
Estas “imágenes que se imponen” están articuladas en relación a una división que establece Barbero entre clase hegemónica y clase subalterna. De manera general, Barbero dice que los medios de comunicación son productores y reproductores de cultura; y se presenta en ellos una situación de dominio entre un estrato hegemónico y un estrato subalterno (o “popular”).
¿Cómo se conjuga Aristóteles con Barbero? La idea es poder ver cómo la clase hegemónica y cómo la clase subalterna aparecen, en el marco de esta situación de dominio, en las tres posiciones discursivas presentes en los textos de los medios masivos de Argentina.
La clase hegemónica aparece, fundamentalmente, en la posición de Destinador. Con el poder económico de su lado, es la clase que domina los discursos de los medios masivos y se convierte en el emisor por excelencia. Los acontecimientos son construidos desde su óptica. En tanto, dicha clase ocupa en menor medida las posiciones de Referente y de Destinatario. Generalmente, es el estrato subalterno quien ocupa estas posiciones, fenómeno que es “condición de posibilidad” para el proceso de masificación discursiva.
Por su parte, la clase popular también tiene su propia configuración en cuanto a las posiciones discursivas. Lo que vemos en Policías en Acción… ¿eso es clase popular?. Seguramente, no. Es el fenómeno discursivo que construye la clase hegemónica para expresar “lo popular”. Es un discurso que roza lo grotesco, con propiedades comunes como violencia, desenfreno, alcohol, drogas, delincuencia, etc.. Es decir, la clase subalterna como Referente. Pero también como Destinador, en dicho programa y en otros fenómenos masivos como Bailando por un sueño.
¿Cómo se expresa hoy la clase popular? ¿Por qué no puede aún tomar la posición de Destinador en un medio de comunicación masivo? Michel De Certeau decía que la clase popular era “muda”; era experiencia sin decodificación discursiva; experiencia sin relato. El año pasado se discutió algo de esto en la UNGS en un simposio sobre cultura popular y medios masivos. Inclusive se llegó al límite de decir que era imposible expresar lo popular en un trabajo académico.
Es evidente que la clase subalterna no puede acceder a un medio de comunicación para imponer su propio discurso. Pero el problema de fondo es, ¿podría traducir su experiencia en un discurso tal y cómo lo conocemos? ¿Este discurso no estaría así cayendo nuevamente en una situación de dominio, en una expresión artificial tejida por los preceptos y principios de la clase hegemónica? ¿Se puede producir un texto mediático sin caer en situación de dominio? Nuevamente, los interrogantes dominan el discurso.

miércoles, 2 de julio de 2008

EL HOMBRE NUNCA LLEGÓ A LA LUNA


Lectores del Pulidor... acá dejó el link de youtube de un documental que pone en evidencia la puesta en escena que se realizó para fingir la llegada del hombre a la luna...está en cuatro partes de diez minutos cada uno...

http://www.youtube.com/watch?v=0-CcdeU7LKQ&feature=related

A partir de este documental podemos decir: No existió... fue un hecho inventado...el hombre nunca pisó la luna. También recomiendo la peli "Mentiras que matan", con Al Pacino y Dustin Hoffman, que habla un poco sobre esto... es decir... de cómo inventar "eventos de la realidad" en un estudio de TV y comunicarlos al mundo... y que la gente se lo trague...

Que lo disfruten