martes, 11 de diciembre de 2007

Ción-Na-Ra



Vivimos como lo contamos. Y lo contamos como nos enseñaron a contarlo...
Con el fin de moldear conciencias, nos enseñaron un solo tipo de narración. Nos inculcaron un estereotipo de narración que, en sí, digita la manera en que el hombre debe vivir en la actualidad.
¿En qué consiste este modelo hegemónico de narración? El sujeto (el héroe de los cuentos folclóricos) deberá manipular una serie de instrumentos (la espada mágica) y superar una serie de pruebas que le permitan vencer los obstáculos (matar al dragón) antes de alcanzar el objeto deseado (rescatar a la princesa y tomarla por esposa).
Es la narración ideológicamente correcta para nuestro existir. Debemos afrontarla día a día. Somos el sujeto que mediante un instrumento (trabajo o estudio) supera una serie de obstáculos (el miedo a la pobreza, la marginalidad o la indiferencia) y alcanza el objeto deseado (el dinero, la fama, el bienestar, el prestigio). Y cada vez más esta razón utilitarista de medios para alcanzar fines está impresa en nuestra cotidianeidad. Ya no alcanza con un título de grado. No llegás a ser competente para el mercado. Son necesarios los posgrados y los masters. El objeto deseado necesita ser cada vez más deseado.
Y me pregunto: ¿por qué aún nuestro aparato ideológico o cultural no pudo concebir otra narración? O, ¿por qué los pocos intentos de narrar distinto nos molestan, nos incomodan? El dragón puede tomar la espada, matar a la princesa y casarse con el héroe. ¿por qué no? Es una narración igualmente válida porque la narración es simplemente un ordenamiento secuencial de acciones o acontecimientos. No hay verdad en la narración. O tal vez la única verdad sea su coherencia interna.
¿Acaso la vida de muchos no se asemeja a este segundo tipo de narración? Aquel trabajador (sujeto) despedido (espada) por la empresa (dragón) que pierde la dignidad ante su familia (objeto deseado). ¿Incluso en nuestras vidas no hay momentos en que sentimos situaciones parecidas, cuando nos enfrentamos a un “desorden” que nos incomoda? Son momentos en que el dragón es cada vez más grande, en que perdimos de vista nuestra espada y en que nuestro objeto deseado nos parece inalcanzable. Es allí donde nos preguntamos si somos verdaderos sujetos. Tal vez, si pensáramos qué otro tipo de narración es posible, no veríamos estas situaciones tan trágicamente. En la vida, el orden de los elementos debería ponerlos cada uno. Porque sólo así será una narración verdadera.

1 comentario:

UNGS dijo...

No, Juan, mortal tu texto. Y el título (que al principio no entendí) no podía ser mejor.
Mientras leía tu texto pensaba en Cortázar, fue el primero que vino a mi cabeza cuando me pregunté si alguien se había embarcado en el proyecto de escribir sobre dragones que matan princesas y se casan con héroes. Debe haber otros, seguramente, como los que se nuclearon alrededor del movimiento "patafísico".

Y bueno, con algo de eso tiene que ver lo que quise decir sobre el Nobel de la Paz. No pensaba en Pérez Esquivel, porque él es parte de la norma, de la relga. Pensaba en Henry Kissinger, terrible criminal de guerra que se jacta de poseer el Nobel de la Paz. Él es uno de los "casos excepcionales" que mejor explican la lógica de la premiación.
Por un lado, hay que tener poder para otorgar premios. Por otro lado, Heidegger diría que el "premio" y el "castigo" PARTICIPAN de la misma idea. Siempre operan juntos.

Por eso, premiar a Bush con el Nobel de la Paz puede ser el mejor castigo para estos tiempos. Espero sinceramente que así sea. Una época obscena merece un héroe obsceno.